martes, 2 de febrero de 2010

Tragedia-espectáculo



Tan borrachos estaban que el cerebro les impidió advertir la dimensión internacional de su error o son unos cínicos, morbosos y negreros, a quienes nada importan los cerca 200 mil seres humanos muertos de golpe, a causa de la combinación terremoto-pobreza extrema.
Por: Tony Pérez

SANTO DOMINGO, República Dominicana.- De los médicos puertorriqueños integrantes de la misión humanista que ha viajado a Haití para salvar vidas tras el seísmo del 12 de enero, y que posaron muertos de risa, brindando con cervezas y exhibiendo armas automáticas usadas por guardias dominicanos asignados a seguridad, dos cosas:

Tan borrachos estaban que el cerebro les impidió advertir la dimensión internacional de su error o son unos cínicos, morbosos y negreros, a quienes nada importan los cerca 200 mil seres humanos muertos de golpe, a causa de la combinación terremoto-pobreza extrema. O ambas situaciones a la vez.

Porque ignorantes no son. Ni nada que se les parezca.

¡Imperdonable, entonces, su bochornosa actitud! Pero si tuviera que perdonar, lo haría por los militares. No por su condición de dominicanos, sino por ser gente permeable, dada su pobreza y escasa formación académica y doméstica. Aunque me atormenta la entrega de sus armas a extraños, pese a que, se supone, lo primero que les enseñan en las instituciones militares es que las armas son extensiones de sus brazos.

Tal caso no es, sin embargo, único ni aislado. Yo mismo había visto una escena similar, salvo las armas, con rescatistas españoles. En Haití, como en otros países con sufrimientos parecidos, muchos viven en el desenfreno, aprovechándose de la indefensión de las muchachas y hasta de los niños. Y en esos escenarios, el alcohol, y quizá las drogas prohibidas, siempre son protagonistas.

De la destrucción de Puerto Príncipe, Jacmel y Carrefour y la reacción internacional que ha provocado, he resaltado, sin negar solidaridades oportunas, el filón de la irresponsable espectacularización del hecho social y los discursos lastimeros, con lágrimas y todo, propios del figureo mediático.

Sin contexto, huyéndole a los hilos tejidos en el fondo, muchos medios nos han presentado una especie de trama protagonizada por dioses piadosos que han ido en auxilio de un montón de personas con menos valor que basura putrefacta, víctimas del destino, incapaces de resolverse sus problemas. Esconden que se trata de una construcción social que les desgració sus vidas y de la cual podrían zafarse.

La mediatización del drama, su farandulización, ha llevado el mensaje final de la conmiseración por un pueblo que ha recibido un castigo natural inevitable cuya única opción es aceptarlo conforme, con las manos hacia arriba, implorándole a Dios para que los perdone en el cielo. Pura propaganda al servicio del mal, nos han estrellado en nuestras conciencias.

La televisión, la radio y los periódicos impresos y electrónicos que han asumido esa política, deberían evitar la presentación de los desastres como si fueran films de ficción o espectáculos artísticos con fanfarreas y fuegos pirotécnicos. Salvo que les importe un bledo la ética y el destino de sociedades enteras aplastadas por la indigencia y la ignorancia que han sembrado los expoliadores y, de paso, quieran reeditar el desagradable show televisual sobre los misiles en la guerra del Golfo Pérsico (1990-1991).

tonypedernales@yahoo.com.ar

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